LA
MISTERIOSA NOCHE DE
HALLOWEEN
por
Laura, Anna y Júlia (con la colaboración de todo el equipo de la
revista).
Era
de noche y era la hora de los caramelos. Los niños salieron
disparados de sus casas con sus bolsas vacías esperando
reunirse con sus amigos y poder al fin llenarlas con deliciosos
dulces. Aunque eso no iba a ser tan fácil para Tom, porque
presentía que algo iba a suceder. Aun así no tenía muy claro el
qué.
Tom
esperaba en la plaza como había acordado con sus amigos: eran las
once y no aparecían. El chico estaba asustado porque la plaza estaba
desierta.
De
repente Tom creyó que sus amigos se le aparecían por detrás: del
susto casi se desmayó . Sin embargo, cuando se dio la vuelta no
había nadie. Tom se preguntó si sería producto de su imaginación:
-No
creo… Seguro que se han ido corriendo
-- pensó con desespero.
Por
fin, Tom se cansó y decidió ir a llenar las bolsas el solo.
Llamó
al timbre de muchas casas, pero en ninguna le abrieron. Emprendió
el regreso y se fue a la cama, sin un triste caramelo que llevarse a
la boca.
El
niño estaba solo en casa: sus padres habían salido de cena con los
padres de los chicos que, supuestamente, habían quedado con él.
A
los pocos minutos de haberse acostado sonó el timbre y Tom salió de
su habitación corriendo, imaginando que sería alguien pidiendo
caramelos.
No
obstante no se trataba de sus amigos: ellos le explicarían a Tom a
primera hora del día siguiente que los que habían llamado al timbre
en broma no habían sido ellos.
¿Quiénes
fueron entonces?
Por
la mañana las noticias dijeron que había un hombre, el de los
caramelos, que llamaba a las puertas repartiendo dulces envenenados.
Tom
suspiró aliviado al pensar que había llegado tarde para abrir.
Acabó
su bol de cereales con fruta y se dijo que tenían un extraño sabor
amargo...
¡Feliz
día de Halloween!
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