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30 d’oct. 2012

LA MISTERIOSA NOCHE DE
HALLOWEEN

por Laura, Anna y Júlia (con la colaboración de todo el equipo de la revista).

Era de noche y era la hora de los caramelos. Los niños salieron disparados de sus casas con sus bolsas vacías esperando reunirse con sus amigos y poder al fin llenarlas con deliciosos dulces. Aunque eso no iba a ser tan fácil para Tom, porque presentía que algo iba a suceder. Aun así no tenía muy claro el qué.

Tom esperaba en la plaza como había acordado con sus amigos: eran las once y no aparecían. El chico estaba asustado porque la plaza estaba desierta.
De repente Tom creyó que sus amigos se le aparecían por detrás: del susto casi se desmayó . Sin embargo, cuando se dio la vuelta no había nadie. Tom se preguntó si sería producto de su imaginación:
-No creo… Seguro que se han ido corriendo -- pensó con desespero.

Por fin, Tom se cansó y decidió ir a llenar las bolsas el solo.
Llamó al timbre de muchas casas, pero en ninguna le abrieron. Emprendió el regreso y se fue a la cama, sin un triste caramelo que llevarse a la boca.
El niño estaba solo en casa: sus padres habían salido de cena con los padres de los chicos que, supuestamente, habían quedado con él.
A los pocos minutos de haberse acostado sonó el timbre y Tom salió de su habitación corriendo, imaginando que sería alguien pidiendo caramelos.
No obstante no se trataba de sus amigos: ellos le explicarían a Tom a primera hora del día siguiente que los que habían llamado al timbre en broma no habían sido ellos.
¿Quiénes fueron entonces?

Por la mañana las noticias dijeron que había un hombre, el de los caramelos, que llamaba a las puertas repartiendo dulces envenenados.
Tom suspiró aliviado al pensar que había llegado tarde para abrir.
Acabó su bol de cereales con fruta y se dijo que tenían un extraño sabor amargo...



¡Feliz día de Halloween!